El cáncer de mama es una enfermedad compleja, con diferentes tipologías de tumores y estadios. Aunque su evolución depende de muchos factores y puede haber recaídas incluso después de haberlo superado, la detección temprana sigue siendo una gran aliada para actuar contra la enfermedad; se estima que puede reducir su mortalidad entre un 25 y un 31%. Por su importancia para mejorar las posibilidades de supervivencia y tratamiento, hoy recordamos las formas más comunes de detectar el cáncer de mama y otras que quizá no conozcas para que ninguna enfermedad quede sin atención médica.
La autoexploración como primer filtro
La prevención del cáncer de mama no tiene por qué empezar en un centro de salud: conocerse a uno mismo y explorarse las mamas con regularidad buscando síntomas de alerta es el primer paso para detectar anomalías.
En el caso de las mujeres, para quienes están diseñados los protocolos de prevención, se recomienda que la autoexploración comience a partir de los 20 años y se realice cada mes tras la menstruación o en un momento elegido si se está en la menopausia.
¿Qué anomalías se buscan en este examen? La más clara es la presencia de bultos o hundimientos en la mama distintos a los nódulos de las glándulas mamarias. Para saber diferenciar entre los bultos “normales” del pecho y los que pueden ser problemáticos, pide ayuda a un profesional de la salud que te enseñe cómo realizar la exploración de forma correcta y realízala de forma periódica para llegar a conocer tus mamas.
También hay que prestar atención a cambios en el color y la textura de la piel (la denominada “piel de naranja”), la existencia de secreciones y dolor en la palpación. Si aparece cualquiera de estos síntomas, acude al médico para profundizar con otras pruebas diagnósticas.
Para los hombres, quienes no tienen acceso a los programas de los que hablamos a continuación, la autoexploración es la única forma para detectar anomalías de forma precoz. Frente a esta falta de herramientas, lo positivo es que el menor volumen de la mama en varones hace que el proceso de descubrir los signos de alarma sea más sencillo siempre que se haga de forma correcta, como se puede ver en el siguiente vídeo.
Acudir a las revisiones en cuanto se prescriban
La importancia de la detección temprana es tal que los organismos dedicados a la salud pública han establecido cribados poblacionales para diagnosticar precozmente distintos tipos de cáncer. Para el tipo específico de mama, como es ampliamente conocido, se realizan mamografías periódicas - cada dos años – al grupo de edad más vulnerable – mujeres asintomáticas entre 50 y 69 años.
Lo que no es tan conocido es que este método permite detectar lesiones en la mama hasta dos años antes de que sean palpables. Esto hace que, en la mayor parte de los casos, el posible cáncer se diagnostique cuando aún no se haya extendido a otras partes del cuerpo y su tratamiento no sea tan agresivo. Por ello, si estás en este grupo de edad, no dejes pasar la revisión recomendada ni la sustituyas por la autoexploración. Aunque revisarse personalmente es importante, no es tan fiable ni exhaustivo como una prueba mamográfica.
El test genético, una prueba desconocida
Más allá de los métodos de detección descritos, los test genéticos son una opción que puede interesar a quien tenga familiares cercanos que hayan pasado por el cáncer de mama. Esto es especialmente importante para prevenir la enfermedad en varones, quienes tienen más riesgo genético – el 18% de los pacientes presentan mutaciones en los genes relacionados con el cáncer de mama.
El test genético sirve para anticipar la posibilidad de desarrollar la enfermedad teniendo en cuenta los antecedentes familiares de la persona. Aunque no es tan sencillo acceder a estas pruebas como a la mamografía u otras consultas ginecológicas, puede ser muy útil para detectar mutaciones de los genes BCRA1 y BCRA2 que determinan un riesgo elevado de padecer cáncer de mama.
Pase lo que pase, no estás sola/o
Como hemos dicho al principio, aunque la detección temprana es muy relevante para mejorar la posibilidad de supervivencia al cáncer de mama, no asegura superar la enfermedad. Los pacientes pueden recaer o el diagnóstico puede llegar cuando el tumor se ha extendido a otras partes del cuerpo (metástasis).
En estos casos, tienen que saber que no es culpa suya; que el cáncer no es una guerra que se gana ni se pierde, que no pueden controlar su evolución y, sobre todo, que no están solos en la convivencia con la enfermedad. Apoyarles en el momento en que el pronóstico empeora y ayudarles a buscar redes de apoyo entre iguales, como asociaciones de pacientes, hará del trance una situación menos dura. La vida continúa y sigue habiendo metas por cumplir en el camino.