En la convivencia con el cáncer de mama metastásico, la evolución de la enfermedad va deteriorando la salud física y mental de los pacientes. Dependiendo de a dónde se haya extendido el tumor, quienes la sufren pueden sentir dolor articular, de cabeza, dificultades al moverse, problemas de visión…. Pero esto es solo una parte de su día a día: los síntomas se pueden unir en muchos casos a los efectos secundarios de los tratamientos. Las terapias, que intentan – y, que en una parte importante de los casos, consiguen – estabilizar la enfermedad y alargar la vida de los pacientes no son inocuas. Por ello, hoy te hablamos de qué pueden esperar de las consecuencias de los tratamientos y cómo pueden afrontarlos para seguir persiguiendo sus metas.

Los efectos físicos

Los medicamentos y pruebas que son muy diversos y dependen del tipo de tumor y metástasis que tenga el paciente. Sin embargo, todos ellos pueden hacer que el paciente experimente efectos secundarios más o menos incapacitantes para las actividades diarias y que pueden afectar a otras partes del cuerpo, como al hígado, el corazón o los riñones.

Entre los problemas derivados de las terapias, son comunes los gástricos (como úlceras, vómitos, alteraciones del tránsito intestinal o pérdida de apetito), los anímicos, que incluyen astenia, cansancio y cambios de humor, los ginecológicos (pérdida de libido y sequedad) o los que afectan a la “apariencia” física, como las erupciones cutáneas y la pérdida de cabello. Además de todo lo anterior, los medicamentos de algunas terapias dirigidas u hormonales pueden llevar otras dolencias - fallos cardiacos, afectación del sistema inmunitario… - y a sentir dolor en diferentes zonas: abdominal, muscular, de cabeza…

Asociación de pacientes con cáncer de mama masculino

Aunque el paciente no puede evitar sufrir estos efectos secundarios, sí puede intentar mejorar su convivencia con ellos. El primer consejo para ellos es hablar abierta y sinceramente con el equipo médico de cualquier consecuencia derivada de las terapias. Los profesionales que acompañan a quien padece cáncer de mama metastásico, ya sean del hospital o de una asociación de pacientes, pueden orientarle sobre si lo que siente es normal, hay que hacer otras pruebas o se puede paliar con algún medicamento.

El segundo es no dejar que las consecuencias de los tratamientos les impidan seguir cuidando de sí mismos. Adoptar hábitos saludables, como hacer deporte o cuidar la alimentación, no solo ayudará al paciente a sentirse mejor, sino que son ayudas probadas contra algunos efectos secundarios como la fatiga. Sin exigirse más de lo que se puede hacer, sin caer en sentimientos de culpa cuando no se pueden mantener de forma estricta, estos pequeños cambios en el estilo de vida pueden marcar la diferencia y aportar nuevas metas que alcanzar.

Los efectos psicológicos y sociales

Soportar el dolor, los diversos malestares físicos y las limitaciones diarias puede ser debilitante de por sí, pero lo es más cuando esto afecta a la salud mental de quien los sufre cada día. Hay personas que, por su carácter, pueden sobrellevarlo de forma más positiva, buscar objetivos por los que luchar, mantener la esperanza… y hay otras a las que le cueste levantarse cada mañana para afrontar un nuevo tratamiento o efecto secundario. Ambas reacciones son válidas, ambas pueden cambiar dependiendo de si se tiene un día bueno o malo y ambos tipos de pacientes necesitarán más o menos ayuda de profesionales o del entorno.

AECMM

En este terreno social, también pueden surgir problemas. Es común en los pacientes de CMm tener un sentimiento de incomprensión triple: por un lado, el que supone estar rodeado de personas que no padecen la enfermedad y no saben cómo es vivir con estos efectos secundarios; por otro, el de no querer preocupar a ese entorno, lo que lleva a aislarse en los malos momentos, y, por último, el de vivir en una sociedad que no puede ver más allá de la etiqueta de “paciente” y no concibe que son personas útiles y con metas personales.

Para el primero y el segundo, puede ayudar acudir a /asociaciones de pacientes/, donde se encontrará un espacio para desahogarse y pedir ayuda entre iguales. Para el último, tristemente, solo queda continuar el trabajo de concienciación y que la población general conozca la realidad y las voces de quienes conviven con la patología.

Mejores tratamientos, mejor vida

Una vez que se conocen todos los efectos, los de la enfermedad y los de los tratamientos, ¿cómo lograr que la situación de los pacientes mejore? Sin duda, las personas más cercanas a ellos pueden brindarles compañía, comprensión, ayuda, motivación… Pero todos, incluso sin conocer a ninguno de ellos, podemos hacer algo igual de importante: exigir más recursos para la investigación.

Y es que el objetivo de los ensayos clínicos y del desarrollo de nuevas terapias no es solo aumentar su eficacia (mejorar la supervivencia de los pacientes), sino también encontrar formas de tratar la enfermedad con menos consecuencias negativas. Este es el único camino para dar una mejor vida a los pacientes actuales y los futuros.