Cuando pensamos en tratamientos para mejorar la supervivencia de los pacientes de cáncer de mama metastásico, vienen a nuestra mente imágenes de hospitales, máquinas, medicamentos… pero no parques, gimnasios o piscinas. Sin embargo, estos lugares, las actividades que se pueden realizar allí, pueden tener una gran importancia para alargar y aumentar la calidad de vida de quienes conviven con la enfermedad. El ejercicio físico ha demostrado su eficacia en aliviar los efectos secundarios e, incluso, en aumentar la esperanza de vida. ¿No te parece suficiente? Pues hoy te hablamos de estos y otros beneficios de la actividad adaptada para pacientes de CMm y de la necesidad de que de que deje de ser una terapia invisible.

Lo que el ejercicio puede hacer por los pacientes

El valor de la actividad física para la salud de cualquier persona es innegable. Pero cuando se enfrenta una enfermedad tan compleja y dura como el cáncer de mama metastásico, este valor se multiplica y se convierte en una forma de terapia más. Los efectos positivos que tiene sobre un cuerpo y una mente golpeados por la incertidumbre, el dolor o el cansancio pueden marcar la diferencia. De hecho, según estudios como el de la doctora Rikki Cannioto, del Centro Oncológico Roswell Park (Nueva York), puede llegar a alargar la supervivencia de los pacientes.

Asociación de pacientes con cáncer de mama masculino

Los beneficios más patentes son los físicos. Realizar ejercicio cada día, de forma adaptada a las posibilidades de cada paciente y a la evolución de la patología, ayuda a sobrellevar los efectos adversos de los tratamientos y los síntomas del CMm. La fatiga y cansancio, el dolor relacionado con la metástasis o las náuseas de la quimioterapia se alivian y el riesgo de sufrir enfermedades accesorias (cardiovasculares, fracturas, osteoporosis, renales…) se reduce. Dicho de otra forma: la salud general mejora, como un escudo que protege al paciente, lo fortalece y le ayuda a seguir realizando las tareas diarias que pueden volverse complicadas en la convivencia con el cáncer.

Este efecto de “muleta”, de apoyo, también incluye el ámbito de la salud mental, un terreno en el que los pacientes también tienen que convivir con vaivenes y obstáculos. El ejercicio físico mejora la autoestima, la autoimagen, proporciona objetivos que perseguir, alivia la ansiedad, puede ampliar las relaciones sociales si se hace en grupo, favorece la relajación… Una clase de terapia que, aunque no evite los días malos y no pueda sustituir el apoyo de profesionales y asociaciones, ayuda a afrontar el día a día.

¿Qué hacer con las limitaciones?

La principal duda que puede surgir tras conocer los beneficios del ejercicio es cómo hacerlo sin agotarse. De nuevo, si indagamos en nuestra mente, al hablar de ejercicio físico nos ponemos a pensar en pesas, carreras, intensidad, gimnasios, entrenadores… Una gran cantidad de cosas que muchos pacientes no podrán hacer o no se podrán permitir.

AECMM

Y es que no se puede pasar por alto las limitaciones que presentan quienes padecen cáncer de mama metastásico. Las dificultades económicas, las de movilidad, el dolor, los cambios de tratamientos o el tiempo de estancia en el hospital para pruebas son solo algunos de los obstáculos que se pueden encontrar.

Ante ellos, es importante buscar opciones adaptables, asequibles y, sobre todo, que se puedan mantener a lo largo del tiempo. Media hora de paseos cortos, ejercicios de fuerza en casa con objetos corrientes, como botellas de leche o latas de conservas, o sentarse y levantarse de una silla, aunque parezca “poco”, pueden mejorar las capacidades físicas y de equilibrio de los pacientes.

Pedir consejo a profesionales del deporte o de la salud o buscar información puede ser un primer paso para elegir qué ejercicios hacer, con qué intensidad y cómo progresar en ellos teniendo en cuenta la evolución de la enfermedad. La mejora se podrá ver en poco tiempo y los efectos positivos se podrán vivir cada día.

Por una sanidad integral

A pesar de los beneficios que tiene, a pesar de que no es necesario una gran intensidad ni una gran cantidad de tiempo para realizarlo, a pesar de que se puede adaptar a cada circunstancia, el ejercicio físico continúa siendo una terapia invisible. El desconocimiento técnico y la falta de recursos económicos de quienes padecen CMm son una gran barrera de entrada que la sanidad pública aún no ha podido romper.

Pedir más y mejor vida para los pacientes de cáncer es también pedir más acceso a la actividad física como parte de una solución integral de salud, que tenga al paciente y sus necesidades - todas - en el centro. Y todos, dándoles voz, podemos ayudar a este objetivo de salud para todos y todas se logre.